Cómo no perder el control

psicologos onlineEn ocasiones perdemos el control de nosotros mismos, llegando a ser dominados por la ansiedad, o el enfado. Nuestra reacción se vuelve descontrolada y cuando ha pasado el momento nos arrepentimos y nos preguntamos cómo puede ser que hayamos perdido el control y nos hayamos vuelto tan poco razonables. ¿Por qué sucede esto?

La respuesta la encontraremos si miramos atrás unos cuantos miles de años. Cuando en el pasado nos encontrábamos con un depredador o un rival del grupo, nuestro organismo reaccionaba al instante con una potente reacción destinada a luchar o huir. En definitiva, una reacción encaminada a sobrevivir. Y durante esos instantes de máxima tensión se necesitaba una respuesta rápida y sin titubeos. Es decir: sin pensar. Y es que, cuando sufrimos un secuestro emocional, reaccionamos de forma automática impulsados únicamente por el cerebro emocional. Sí, has leído bien, cerebro emocional.

No es que existan dos cerebros, sino que con el paso del tiempo, numerosas investigaciones han descubierto que nuestro cerebro está formado por una parte más emocional (sistema límbico) y una parte más racional o pensante (neocórtex).

Lo que ocurre es que el cerebro emocional o límbico responde con mayor velocidad, aunque generalmente sus respuestas sean más imprecisas porque no han pasado por el análisis de lo racional.

Pero, ¿Qué estructura es la que examina nuestro entorno?  La respuesta es la amígdala, una masa con forma de almendra, situada en el sistema límbico que es la encargada del procesamiento y almacenamiento de las reacciones emocionales.

Así, se comenzarán a segregar las hormonas necesarias para huir o luchar, se acelerará el pulso, se reducirá el campo visual, se alterará la circulación y también el pensamiento para concentrarse en el peligro.

Pero en la actualidad, este proceso se ha quedado un poco anticuado, y produce en nosotros resultados no tan deseados, cómo comentábamos antes, se produce una pérdida de control. Nuestra parte emocional nos prepara para respuestas automáticas que antes tenían la característica de ser vitales, pero que ahora no resultan ser siempre tan positivas. Esto podemos experimentarlo en las discusiones de pareja con un ataque de celos por ejemplo, o en discusiones con nuestros amigos o familiares.

En estas situaciones, cuando se está produciendo la pérdida de control, toda nuestra atención se encuentra dirigida a dar una respuesta a la emoción, impidiéndonos llevar a cabo procesos de racionalización de la situación que vivimos, y es quizás por esta razón que nuestras respuestas no se corresponden con lo que esperamos de nosotros, una vez que pasada la tormenta, somos capaces de analizarlo.

¿Cómo podemos no perder el control?

¿Qué podemos hacer en caso de secuestro para no dejamos arrastrar y volver a tomar las riendas?

  1. El primer paso es el más importante y consiste en detectar que acabamos de ser secuestrados. Tu cuerpo te lo hará saber si le escuchas. Pon tu atención en las sensaciones que tienes -quizás sientas sudoración, acaloramiento, aceleración del ritmo cardíaco, presión en la frente o tensión en el estómago – Cuanto antes detectes el “secuestro” más fácil te será actuar para salir de él.
  1. Una vez detectado, recuérdate a ti mismo que la amígdala se equivoca con mucha frecuencia, pues solo es capaz de recoger una pequeña fracción de las señales que el cerebro recoge del exterior. Es decir, puede que ésta haya interpretado que existe un  peligro cuando no lo hay. Y dado que vivimos en un mundo donde la mayoría de las “amenazas” son simbólicas y no físicas, los errores de la amígdala son muy frecuentes. Cuestiónate entonces si de verdad tu jefe te quiere despedir, si ese compañero realmente quiere que fracases, o si tu pareja te está ocultando la verdad (por poner solo algunos ejemplos). ¿Qué evidencias tienes? Al terminar este paso, ya habrás notado que tu angustia o tu miedo han perdido algo de intensidad.
  2. Por último, recurre durante unos minutos a alguna técnica de relajación corporal. Tu cuerpo se relajará y tu amígdala interpretará que ya no hay peligro y dejará el mando del cerebro a otros circuitos más productivos.

Si sientes que pierdes el control con demasiada frecuencia no dudes en consultar con alguno de nuestros psicólogos online para que te ayuden a encontrar más herramientas para controlar esos arranques de ira irracional.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos necesarios están marcados *